¿Qué sienten los ancianos?

A la gente joven, muchas veces se la trata de convencer de que se quede en casa o  #stayathome[1] con el argumento siguiente: “aunque la pandemia no te afecte tanto a tí, sí afectará a tus abuelos, así que es a ellos a quienes tienes que proteger”. “No los visites”, como dijo nuestro ministro presidente Laschet[2], hace algunos días.

O sea que, todo lo que hacemos, lo hacemos por los demás. Solidariamente. En este caso, los demás son especialmente los ancianos y los enfermos crónicos, esto es, quienes pertenecen a los llamados grupos vulnerables. Me pregunto qué opinan los abuelos y las abuelas de que no los puedan ir a ver.
Ayer, un colaborador de mediana edad, me contaba que él había ido a la casa de sus papás, estaba subiendo la escalera acompañado de su papá que le había abierto la puerta y… salió su mamá del departamento gritando (es una familia italiana que vive en Alemania desde hace muchísimo tiempo) que se fuera y se alejara de ellos, sobre todo de su papá que es persona vulnerable por tener no recuerdo qué enfermedad. Algo al corazón, creo.

Esto había causado un problema familiar muy grave y se habían enviado con su mamá muchos whatsapp durante la noche para tratar de arreglar la relación de familia. Me contó que él había quedado emocionalmente muy mal. Claro, no me lo dijo exactamente con estas palabras; pero es evidente que se sintió rechazado. Los psicólogos hablan de este peligro: el social distancing puede conducir a sentirse rechazados por los demás.

Esta semana, en el Knauber -que es una especia de Home Center- me encontré con una conocida que tenía muchas ganar de conversar (evidentemente que guardamos la distancia entre nosotras y con la tercera persona en el grupo que era mi acompañante). Mi conocida me contó de la situación que viven su suegra y de su mamá. Mucha gente tiene muchas ganas de conversar, ya que el aislamiento la tiene desesperada.
Su mamá (de más de 80 años) le dijo claramente que prefería morirse a vivir así. Bueno, no se lo dijo tan dramáticamente; pero ese fue el claro mensaje. La mamá de mi conocida dice que ella ya tiene más de 80 y que ha vivido lo suficiente, que si tiene que morir ahora, tampoco ve un problema en eso. Pero lo que no quiere, por ningún motivo es estar sola, sin sus hijos y sin sus nietos. Ni vivir ni morir sola.

Durante nuestro encuentro casual, ella nos contó que es más o menos lo mismo que dice su suegra que vive en un hogar de ancianos, lo que es aún más dramático, ya que a las personas que viven en hogares de ancianos, a ellas sí que no las puede visitar nadie. Están prohibidas las visitas a las residencias de abuelitos en todo el país. Sólo entra el personal que los atiende. Y los hogares se quejan amargamente de que no tienen trajes de protección, lo que, en realidad, hace casi inútil todo aislamiento o cuarentena.
Una persona contaba en estos días que él -también un anciano- tuvo que llevar a su señora a un hogar; pero que en el hogar nadie la puede alimentar (con la cuchara, dándole de comer de a poco), que él lo hacía hasta ahora: iba todos los días a dar de comer a su cónyuge que ya no puede comer sola. Pero ahora, no lo dejan entrar. Y todo el mundo sabe lo que le pasa a una persona que no puede comer… Continuaba el anciano.
Mi amiga me dice que es la primera vez que, para la Semana santa, no vendrán sus hijos a la casa. Todos son estudiantes y viven (como es costumbre en Alemania) en otras ciudades, donde estudian en las universidades de esas localidades. Lo que significa no visitarlos a ellos, a sus papás, ni a sus demás amigos que normalmente vuelven a las casas de sus familias para las vacaciones de Semana santa… Y tampoco visitarán a sus dos abuelas.
Hace unas tres semanas, poco antes de que se adoptaran las dramáticas medidas de distanciamiento social, hablaba por teléfono con un amigo que vive en un hogar de ancianos en Würzburg. Con él no hablo solamente ahora, a propósito de la epidemia, sino que lo hago regularmente. Incluso una vez, conté las veces que me llamó durante un día y fueron 16 llamadas. Mi amigo tiene poco más de 60 años y está en un hogar de ancianos porque tiene demasiadas enfermedades que, en el fondo, han acelerado dramáticamente su proceso de envejecimiento. Frente al virus corona y a todos los demás virus, él es una persona vulnerable.

Estábamos conversando por celular y en eso, sonó el teléfono interno de su pieza. En Alemania, cada anciano tiene su propia habitación: tener más de una cama en una pieza acá es impensable. Llamaba una empleada del hogar para preguntar si la vecina lo podía ir a visitar. Esto es, a visitarlo de una pieza a otra.

Mi amigo me contó que la señora vecina tiene 95 años y que ella necesita conversar, no puede estar tanto tiempo sola. Él le contestó a la persona que llamaba que sí, que la vecina podía venir a verlo y agregó riéndose “así nos contagiamos los dos juntos”. No me quiero ni imaginar cómo está la señora en estos momentos, ya que las medidas de separación en los hogares de ancianos se han agudizado drásticamente. Y ya no la dejan ni siquiera conversar con el anciano de la pieza vecina.
Asimismo, pienso en la abuelita de una amiga, de 96 años, que vive sola en una casa inmensa y es sorda y por lo tanto, no sacamos nada con llamarla por teléfono, ya que no escucha nada. Ella sí que está incomunicada. Ya tenía una depresión por ancianidad… Ahora se le va a agudizar dramáticamente.
Tal vez mucha gente se salve anciana del corona, pero se va a morir de otras cosas provocadas o empeoradas por las medidas de prevención, dicen muchos. Y se preguntan si el remedio no será peor que la enfermedad. Ya hay títulos en los diarios. Yo diría que dos semanas de medidas de distanciamiento y de separación, las podemos tolerar. El problema es si las medidas son prolongadas. Ahí sí que lo veo difícil. Salvo que aumente el miedo, porque si aumenta el miedo, todo es posible[3].
¿Quién sabe qué será mejor? ¿Si dejar morir a los ancianos de soledad o que su situación de salud se vea eventualmente deteriorada por un virus? Entre tanto, un amigo -otro, yo tengo muchos amigos, este está ahora en el primer piso de mi casa, preparándome un café- me comenta que en Italia, una señora, también de 95 años[4] fue la primera paciente de covid19 dada de alta en un hospital de Modena[5]. Es una muy buene noticia.

[1] Prefiero no usar el sumamente irrespetuoso hashtag #stayatfuckinghome
[2] Armin Laschet, de la CDU, ministro-presidente de NRW.
[4] Alma Clara Corsini es su nombre.
[5] En la foto de la paciente acompañada del personal del hospital, están todos juntos, no se respeta las normas de un metro y medio a dos metros de separación y médicos y enfermeros sólo están protegidos por una mascarilla... https://www.t-online.de/nachrichten/panorama/id_87556434/heilung-von-covid-19-95-jaehrige-patientin-alma-hat-virus-besiegt.html

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