Visita a un cementerio judío

El fin de semana, acompañé a una de mis vecinas a una zona de Bonn donde ella vivió con su familia durante mucho tiempo. Salimos a caminar, que se ha convertido en nuestro deporte miestras los gimnasios estén cerrados. Como ella sabía que me interesaba el tema, me llevó a uno de los cementerios judíos de la ciudad. Ni yo, ni ella habíamos estado nunca allí; pero, corona, lo hace posible. Parece que es cierto que, después de corona, nada será como era antes.
El cementerio estaba oficialmente cerrado por ser día sábado, según decía un cartel; pero, como son las cosas en Rhenania, en realidad, estaba abierto y pudimos entrar sin dificultad, por una de las puertas. Por una puerta antigua, yo diría que la más vieja de todas las puertas del cementerio. (Por si hay alguna persona con complejo de policía leyendo este artículo: primero entramos por la puerta abierta, y después, al salir y pasar al otro lado del cementario vimos que decía que estaba cerrado los días sábado).

Lamentablemente, comprobé que el cementerio -a cargo de la ciudad de Bonn- se halla en bastante mal estado. Nuestro cementerio judío de Mehlem está, en comparación con el que visitamos, en estupendas condiciones. No me refiero al pasto, a las plantas, ni a la maleza, sino a las lápidas, a las puertas, a los árboles. Aunque da la impresión de estar abandonado -y realmente lo está- el cementerio irradia paz.  
Leo en Wikipedia que la lápida más antigua data de 1623 y que el permiso para usar ese terreno como cementerio fue dado recién a mediados del siglo 19. La sinagoga de la ciudad de Beuel fue incendiada en 1933. Ese amor enfermizo que tienen los extremistas por quemar y destruir es algo demencial. Casi puedo decir que pertenece a la patología del extremismo incendiar todo lo que ellos rechazan. Afortunadamente, un cementerio no se puede quemar.
Volviendo al tema de nuestro paseo en un sábado de corona, puedo contarles que las lápidas -445 en total[1]- se hallan, como dije antes, en muy mal estado, extremadamente descuidadas, con sus letras y símbolos casi borrados. Apenas se puede leer lo que dicen y en la mayoría, no se puede leer nada.
Pues bien, pasando al lado de una lápida, la tomé con la mano, casi como un inocente saludo. No habíamos llevado piedras para poner encima, como es la costumbre judía. La toqué sin hacer fuerza, casi sólo la rocé. Y, para mi sorpresa y horror, la lápida se rompió. Se despedazó cerca de un cuarto de la misma. Casi me quedé con un pedazo en la mano. Traté de evitarlo; pero no pude. Tuve que dejar caer el trozo de piedra porque era bastante pesado. Es piedra, no sé de qué tipo; pero piedra al fin. La lápida quedó como dividida en láminas, como si fuera de roca formada por placas, hojas o lajas delagadas.  
El cementario estaba vacío, sólo mi vecina y amiga estábamos allí. Pero por el camino, al lado del terreno del campo santo, pasaban dos mamás con coches de niños. ¡Qué vergüenza! Creo que me vieron. ¿Qué habrán pensado? ¿Tal vez que yo era una de esas personas que destruyen cementerios judíos? Horror, nada más alejado de la realidad. Menos mal que no me veo como un skin head. Mi amiga me tranquilizó diciendo que yo no tenía responsabilidad alguna. Los responsables eran las autoridades de la ciudad que tienen el cementerio en ese estado. Con lápidas que se despedazan de sólo mirarlas, como si fueran de arena. La lápida fue víctima del paso de los siglos y de la falta de cuidado...

[1] Según Wikipedia

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