Domingo de primavera

Ayer domingo fue un día bien especial. Empezó el buen tiempo y al mismo tiempo, comenzó una era aparentemente oscura: la era del virus corona, en que todo es distinto. En la tarde, fuimos a pasear con nuestro perro ahijado a un volcán extinguido que hay cerca de mi casa, encima del cual se halla uno de los clubes de equitación más importantes del país. Aunque soy miembro de un grupo de protección del medio ambiente, reconozco que fui en auto y llevé al perro en la maleta y sin jaula que es lo que establece la ley que se debe hacer.
Cual no sería mi sorpresa, al ver que los autos estaban estacionados en el camino que lleva al estacionamiento. Los autos del estacionamiento estaban en todas partes, hasta en el medio del mismo lugar, donde normalmente no se los deja. Pero igual la gente que había estacionado sus vehículos a los costados, sí podía salir… Con más dificultad, pero salía. La gente estaba de tan buena onda que nadie se quejaba.

Hombres y mujeres, niños y perros, muchos perros, de todos los portes, tamaños, y pelajes, de todos los colores y formas, amarrados o sin amarrar. No hubo grandes peleas, a diferencia de lo que pasa cuando gente sin cultura saca a pasear a sus perros… Niños, muchos niños, ancianos y ancianas. Autos de todos los tipos pero más bien recatados y humildes. Ninguna carroza de esas que le gustan a la clase con menos cultura. Sí, raro fenómeno noreuropeo: mientras más grande tu auto, más pequeño es tu cerebro.
Nuestro ministro presidente había pedido el día anterior que redujéramos las relaciones sociales al mínimo; pero parece que en el volcán Berg la gente quería intensificar todo lo posible los contactos con otros humanas. Después de todo, estábamos afuera, al aire libre y no encerrados en un local. No estábamos sentados uno junto a los otros, sino que caminábamos s distancia de las otras personas, ya que el camino es ancho. ¿Habrá algo mejor que las caminatas al aire libre para mejorar nuestro sistema inmunológico?

Después decidimos ir al pueblo, a comprar kuchen, llevarlo a la casa y disfrutarlo con el resto de la familia. En el pueblo, me llevé otra sorpresa: estaba igualmente llenísimo de gente. Y toda tenía cara de buena onda, lo que es realmente una excepción en Alemania ;) Siempre he pensado que los alemanes son como las abejas: si hay buen tiempo, están super felices. Pero si el tiempo empeora o hace demasiado calor, se convierten en seres insoportables y “pican” a cualquiera que se les acerca. Esto es, le clavan su aguijón ya que sabemos que las abejas no pican.

Compramos pequeñas tortas (el kuchen ya se había acabado). Yo me quedé afuera esperando con el perro, me senté en una mesa y observé lo que ocurría en la heladería italiana que también estaba completamente llena, cada mesa ocupada, afuera y adentro. Y una cola larguísima para comprar helado en barquillo. Nunca había visto una cola tan larga en la heladería. La italiana que nos había atendido el año pasado y que se parece mucho a una amiga mía siria, estaba nuevamente atendiendo. Pensé lo felices que deben estar los italianos: pueden trabajar, ganan mucho dinero, ya que le heladería es una mina de oro y no tienen que estar sometidos a quién sabe qué dracónicas medidas como las adoptadas en Italia al inicio de la apareición del virus en ese país y que parece que no fueron muy efectivas..
En la mañana del domingo, una amiga me había enviado el video de su párroco que decía que lamentaba que no se celebraran misas con público; pero que era importanta para proteger a los miembros más vulnerables de la población y pedía que ayudáramos a los más necesitados y a los más solos. Explicaba que muchos ancianos se iban a quedar aún más aislados, ya que tienen miedo a contagiarse y nos sugería llamarlos por teléfono y hacer compras para ellos en el supermercado. Pensé en mi amigo que está en cuarentena preventiva en Berlín[1] y al que lanzan los cigarrillos al balcón, para no tener contacto con él. Su tío le dejó un bistec frente a la puerta de su departamento. Pensé en la abuelita de una amiga, de 96 años a la que visito de vez en cuando. Es obvio que hasta que pase la epidemia, no voy a poder visitarla.
En la noche, una amiga me escribió desde Gran Canaria y me contó del toque de queda. Describió las medidas adoptadas por el gobierno español y quedé horrorizada. Es la primera vez que estoy feliz de vivir en Alemania. Lo que más me llama la atención es que parece que los españoles están de acuerdo con quedarse recluidos en sus viviendas quién sabe hasta cuando. Una amiga me dice que aumentará considerablemente el número de depresiones.
Como teníamos planeado un viaje de vacaciones a las Canarias, comencé a leer en internet en qué consistían estas medidas que mi amiga me decía que eran para toda España. Claro, nos olvidamos que las Canarias pertenecen a España, pese a que geográficamente son parte de África. Llamé a mi hotel en Palma (mi isla canaria preferida) y supe que, si lograba llegar al hotel (aunque me aseguraron que habría transporte desde el aeropuerto) no podría salir del hotel, salvo por excepción. Le pregunté si podría ir a la playa. Si me hubiera dicho que sí, no habría cancelado el viaje. Pero la simpática canaria, me dijo que no se puede ir a la playa, tan sólo podría salir del hotel para ir al hospital, al médico, a la farmacia o al supermercado. Pensé en el Hiperdino y vi, con los ojos del alma, al simpático dinosaurio que es su símbolo. Me pregunté si el Hiperdino estaría abierto… Y ¿qué pasa si lo cierran?

Pensé en mis inenciones de bucear. En las intenciones de los miembros de mi familia de hacer largas excursiones por la caldera o por el barranco de la galga. Pensé en el museo de Los Llanos, en la iglesia de Santa Cruz… Y me di cuenta que tampoco podría ver nada de eso, pues, según me explicó la empleada del hotel, “no se puede salir en coche”. Pensé en… en un montón de cosas más; pero no les voy a dar la lata enumerándolas. Hoy lunes en la mañana llegó el mail en que nos dicen que el viaje se cancela. En realidad, fue un alivio.

Hoy en la mañana fui por última vez al gimnasio. Fueron dos intensas horas, al cabo de las cuales todas y todos estábamos super tristes. Nadie de nosotros puede entender la medida, ya que nuestro fitness studio es amplio, soleado y ventilado… Nos despedimos todos cordialmente, incluso una rubia muy deportiva y con cara de pocos amigos se despidió de mí casi con tristeza. Le dije que esperaba verla en dos semanas. Después caí en la cuenta que el gobierno de mi Bundesland cerró los gimnasios hasta el 19 de abril, o sea, poco más de un mes. ¿Habrá algo mejor para subir las defensas y mejorar tu sistema inmunológico que el ejercicio físico?

Hoy en la tarde, tuve una reunión con una profesora (emérita de una universidad) amiga con quien realizamos algunos proyectos juntas. Después de trabajar, nos fuimos a la heladería del pueblo. Gracias a Dios, cuando llegamos justo acababa de desocuparse una mesa. Disfrutamos nuestro helado con una rica conversación. La cola de los helados en barquillo o en vasito era nuevamente muy larga. Luego fuimos a caminar por el pueblo. ¿Habrá algo mejor para prevenir una enfermedad que una buena conversación con una amiga? Creo que no.

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