¿Más bebés o más divorcios?

Tengo un par de amigas que viven solas. Con una de ellas, fuimos a pasear la semana pasada, un día al atardecer[1] y no se imaginan como me agradeció que “me preocupara por ella” (textual). Sugirió que nos juntáramos a caminar, a conversar y a jugar algo todos, esto es, también con mi familia. 

Soy muy inclusiva y mi actitud fundamental es “incluir” a todos y de todas las edades y condiciones en mis actividades. Con el tiempo, he aprendido que a veces tengo que evitar ser tan inclusiva, ya que también tengo amigas y amigos que me han dicho expresamente que no los invite junto con tal o cual persona. O bien, otras lo demuestran con su actitud. 
Ayer le contaba a una amiga por mensaje que no puedo dejar de lado a mis amigas y amigos, que prefiero arriesgarme a un contagio antes que dejarlos de lado. En un 80% de los “infectados” con el virus, la enfermedad se presenta con síntomas entre suaves a moderados… No sé si en este porcentaje, están quienes no tienen síntomas, que no son pocos. Actualmente el político europeo, Michel Barnier, por ej., que está infectado y enfermo, pero sin síntomas. 
Entre paréntesis, no crean esos mensajes alarmantes y alarmistas son los que algunos siembran en pánico[2]. El pánico es enemigo de la racionalidad e impide pensar y tomar buenas decisiones. Si el miedo es un mal consejero, el pánico es un pésimo consejero. Enceguece e impide pensar por sí misma, por sí mismo.

Ayer, sábado por la noche, una de estas amigas nos invitó a comer a su casa. Éramos sólo cuatro personas, así que no creo que nadie que lea este artículo, se altere demasiado porque éramos muy pocos. Pero sí tuve una sensación extraña sensación al caminar por la calle con una botella de vino, ya que los autos que pasaban por la calle, sabían que íbamos a juntarnos con alguien. Nadie me gritó nada, ni me mostraron el dedo del medio. Tal vez fue sólo una sensación mía. Ojalá.

Creo que estos últimos días, la gente ha comenzado a convertirse nuevamente en “policías”, lo que a los alemanes no les cuesta mucho. Aunque en los últimos años, me parece que se han liberalizado y abandonado un poco el complejo de policía muy marcado en la generación anterior. Hoy, en estos tiempos de corona, me da la impresión que, de la inicial confianza, placidez, compostura y serenidad de que les hablé el domingo pasado[3], cada día va quedando menos. Lo que es muy lamentable.
Una conocida mía escribió en un grupo de whatsapp: “estoy horrorizada de ver la cantidad de abuelas, mamás y nietos que se ve paseando juntos”. Verdaderamente, no sé si todos están conscientes de lo que significa aislar a las personas mayores… a las abuelas. Aunque sea para protegerlas. Aislarlas es matarlas de a poco, para protegerlas de un virus cuyos efectos pueden ser terribles o pueden no serlo. 
Hoy, al dar una vuelta por las noticias matinales, me di cuenta que se ha empezado a hablar del “Marzahn-Effekt”, esto es, del síndrome de Marzahn. Marzahn es un barrio más o menos pobre de Berlín, de Berlín-Este, con muchos votantes de la extrema derecha y de la extrema izquierda. La extrema derecha y la extrema izquierda tiene el mismo público y recurren a los mismos recursos demagógicos y populistas para ganar adeptos. 
Por Síndrome de Marzahn se entiende algo muy simple: el aumento de la violencia intrafamiliar. O más bien, el sindrome de Marzahn tendría el efecto de causar o de aumentar la violencia dentro de las familias. Esto es lo que los psicólogos, psiquiatras y otros expertos advierten que puede ocurrir ahora, con el encierro obligado. Sí, los habitantes de los sectores menos afortunados de la sociedad no van a salir a los balcones a cantar, de partida porque generalmente no tienen balcones. O porque, si los tienen, están en otra cosa. Ni siquiera el fútbol les queda, ya que los partidos de fútbol también se suspendieron.
Entre paréntesis, ayer a las 20 horas, no escuché ningún aplauso en el sector donde vivo… Había una acción a la que se llamó para aplaudir desde los balcones o desde los jardines de las casas, para agradecer el trabajo del personal de salud contra el virus. Aquí se está preparando todo (camas, lugares de cuidados intensivos, aparatos respiratorios), pero faltan los pacientes. Y entre tanto, sin ayuda estatal muchos hospitales caerían en insolvencia a fines de abril, según dijo el presidente del sindicato de directores de hospitales que clama porque el estado los ayude[4].
En realidad, todos quieren que el estado los ayude. Las medidas tomadas para combatir la propagación del virus son una debacle muy grande para la economía y llevarán inevitablemente a una recesión. Todos los afectados exigen que el estado los ayude. Me pregunto de dónde sacará el estado los fondos para financiar a tanta gente. Sobre todo porque el fisco se va a quedar sin los impuestos de muchas personas que en este mes ganarán cero euros. 
Volviendo al tema del síndrome de Marzahn, ayer o antes de ayer (esta nueva forma de vida, hace que no sepanos muy bien qué día de la semana es… Y no me pasa sólo a mí), escuché la entrevista a otro experto, un psicólogo de esos que entrevistan siempre en los medios tradicionales, o sea no se trata de un loco con una opinión extraña o extravagante: él hacía ver que el encierro producido por una cuarentena es similar al trastorno por estrés postraumático[5]. Sí, me lo puedo imainar muy bien.

Una cosa quiero que quede muy clara: que se llame síndrome de Marzahn y que Marzahn sea un sector difícil de Berlín, no quiere decir que la violencia intrafamiliar, que la violencia en general, que la agresividad o las experiencias traumáticas, no puedan surgir en otros sectores de la sociedad, incluso en sectores acomodados, pudientes o bien con más cultura formal. Creo que todos estamos contestes en que la violencia puede surgir en el centro de la sociedad. Como me escribía una amiga ayer: donde están abuelos, papás y nietos encerrados bajo un mismo tiempo, se avecina Sodoma y Gomorra. Mi amiga se refería a la violencia y a nada más.
La pregunta es ¿qué habrá más de aquí a nueve meses? ¿Más bebés o más divorcios? ¿Más familias unidas o más violencia intrafamiliar? ¿Más solidaridad o más desconfianza? Yo no me atrevo a apostar… Pero no soy demasiado optimista… Casi siempre veo el vaso medio lleno; pero esta vez, no puedo ser ingenua. Soy realista y lo veo medio vacío. 

[2] A esto me referí en El papel para el baño no se come
[4] Un inmenso problema es que los hospitales han suspendido todas las operaciones que no son urgentes, para reservar camas para los enfermos del virus corona y, en este momento, los enfermos de corona aún no llegan. Llegarán teóricamente en junio o julio próximo. Pero ahora estamos recién en marzo. Incluso, en el sur oeste de Alemania, en Baden-Württemberg tienen tantas capacidades libres que ofrecieron traer pacientes de Francia a Alemania para ser atentidos. Evidentemente que esto no lo hacen gratis. 

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