Un cielo nuevo y una tierra nueva

Hace un par de días, les contaba en mi post Nuestra vida después de corona sobre una utopía -por llamarla de alguna manera- en que un psicólogo, sociólogo o algo así[1], describía en tono sumamente positivo cómo sería nuestra vida luego de la crisis. El artículo estaba bien escrito; pero, como les conté, me pareció super ingenuo. Como si todo lo que vivimos ahora en cuanto a restricciones de nuestras libertades individuales, sociales y económicas, nos fuera a llevar a vivir en un mundo mejor.
Me parece que es un poco aquello de: te prometo el cielo, si sufres en la tierra. Hay que pasar por este valle de lágrimas para luego llegar a la gloria y ser feliz definitivamente en el mundo definitivo. Como escuché alguna vez a una persona muy sabia: quién no sea feliz en la tierra, tampoco podrá ser feliz en el cielo. Ok, podemos ser felices y dichosos y sentirnos bien tal vez en medio de esta crisis. Después de todos, no estamos encerrados como en otros países y podemos salir, no sólo al supermercado, al médico o a la farmacia, sino que también al bosque, al campo, al río… Además, llevamos ya dos semanas de buen tiempo.
Lo que quiero decir es que una utopía, o más bien una ensoñación como la del sociólogo es una especie de promesa que no se cumplirá, y que nos hace “aguantar” los males que sufrimos actualmente porque el futuro será mejor. Esta es una mala noche en una mala posada, donde estamos obligados a alojarnos, pero cuando despertemos de la pesadilla, habitaremos un mundo mejor. Donde tendremos un huerto propio y seremos amigos de los vecinos. De partida, para mí será un real infierno tener que ser amiga del 90% de mis vecinos. Y no me interesa para nada tener un huerto. Si alguien quiere tenerlo, super bueno; pero yo no.

El autor dice que después de la crisis, no habrá más extremistas de derecha. Sorry, pero hay bastante gente -y yo también- que pensamos y advertimos que una crisis como esta es el mejor caldo de cultivo para el extremismo de derecha. Los candidatos a serlo y quienes ya lo son, están sentados en sus pequeños departamentos, encerrados, sin aire, pero con mucha cerveza y con una computadora que se convierte en su única ventana al mundo. Y ¿qué ven? Ven páginas llenas de teorías de la conspiración y de otras tonterías sobre cómo el estado es incapaz de superar la crisis y hay que estar preparados para la guerra civil que se nos viene encima, en medio de la muerte, de la enfermedad y del horros provocados por la pandemia.

Me llama la atención que tanto los activistas de extrema derecha o quienes han caído en sus redes y los ultraizquierdistas latinoamericanos usan el hashtag #coronaapocalypse o #coronaapocalipsis en catellano, los segundos.

La pandemia, que sería consecuencia de un virus producido por los chinos, para perjudicarnos, como -a propósito- piensa uno de mis vecinos. Por otra parte, los chinos -al menos uno de sus viceministros- siembra la leyenda del corona como un virus creado por los gringos para perjudicar a China. Y otra vecina me cuenta que una conocida de ella que vive actualmente en Rusia, le pregunta si es verdad que en Alemania muere tanta gente por el virus y que hay actualmente un clima de sufrimiento máximo. ¿¡Aló Moscú!?

Que después de esta crisis, nos despertemos sin extrema derecha en Europa, sería casi un objetivo por el que vale la pena sacrificarse; pero creo que es ingenuo soñar que esto ocurrirá. Más adelante, les cuento más in extenso de este tema[2].

En suma, creo que estas promesas de una vida mejor, de una tierra nueva y unos cielos nuevos, es una ingenuidad. Una utopía que no tendrá lugar. Pero sirve a mucha gente para soportar las privaciones, los sacrificios, la preocupación, la búsqueda de papel higiénico, las colas en el supermercado, tanto al entrar como al salir, la falta de ingresos, la falta de trabajo, la falta de colegio… de clases en la universidad, las pruebas suspendidas, y un gran etcétera.
Soportar estoicamente o con felicidad (el estoicismo es lo contrario a la felicidad) todas estas pruebas en pos de un futuro que será automáticamente mejor. Mejor en sí, mejor por definición, mejor porque sí. Me pregunto si este también fue el mecanismo empleado antiguamente en la época de la peste: prometer el cielo si soportábamos los sacrificios en la tierra. Me parece que este mecanismo de compensación, según el cual “sufro hoy ser feliz mañana” es muy peligroso y tiene rasgos muy totalitarios[3].

[1] Leo que es un autodenominado “publicista”, esto es, una persona que escribe sobre asuntos públicos, que interesan a los demás, a la opinión pública.
[2] Link a mi próximo artículo.

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