¿Dónde están las webcams? Y la creatividad de un sastre en tiempos de epidemia

¿Quién iba a pensar que las mascarillas para protegerse la cara, subirían en un 3.000% en tan sólo un par de días? No, no me equivoqué en un cero, lo escribo con letras para que no quede ninguna duda: tres mil por ciento (!)
Es la ley de la oferta y la demanda. Hay una demanda descontrolada y una oferta agotada. Si viviéramos en un estado sin economía libre, sería aún peor: las mascarillas habrían desaparecido totalmente y el mercado negro o informal de mascarillas habría crecido exponencialmente y sólo algunos privilegiados las podrían adquirir o confiscar.

En una economía de mercado, como la nuestra, uno de los sastres de mi pueblo tuvo una super idea, y esto no hoy, ni ayer, sino que hace varios días. Como, debido a las medidas para mitigar el virus, su sastrería debió cerrar, él no tuvo mejor idea que comenzar a fabricar mascarillas de tela de algodón de la mejor calidad, que reúnen dos certificados, lo que le permite abrir un par de horas y vender las mascarillas.
El sastre es “oriental” y esta iniciativa comprueba los prejuicios negativos con respecto a la creatividad y la habilidad para hacer negocios de los pueblos de la cultura de Oriente. Un poco más de esta originalidad nos serviría a todos y es saludable en sociedades donde desmasiada gente, espera sentada, que el estado les solucione todo.
Actualmente, no sólo faltan mascarillas, papel higiénico, desinfectante, fideos… sino que también webcams[1]. Estas son las cámaras que se ponen en la computadora o en el laptop. Resulta que desde el shutdown que empezó hace dos semanas, estamos todos trabajando en la casa, o más bien desde la casa. Es el llamado home office al que ya me he referido[2]. Y para eso, se necesitan buenas cámaras para las videoconferencias. Para comunicarme con otros empleados, con mis jefes, con mis clientes, y quién sabe con quién más.

Sin contar con las clases de gimnasia que se dan a través de internet y de otras clases que se empezarán a dar -alguna vez- por este medio. Asimismo, la comunicación entre los privados se ha comenzado a hacer en forma digital, incluso con personas de la tercera edad. Hace poco, alguien me contaba que él jugaba con su mamá anciana a los dados a través de internet, usando una cámara. Para que ella no se aburriera.
Es cierto que la mayoría de los laptops tienen una webcam, pero me temo que la mayoría de las veces, no es posible una imagen de mediana calidad o tal vez, en algunos casos, no funcione. O no tengan cámara, ya que las videoconferencias, en Alemania, no han sido nunca una prioridad. Y donde se hacen, las empresas tienen salas especialmente dispuestas para ello. Además, durante mucho tiempo, mucha gente inutilizó su webcam por temor que ser espiada. Yo no le inhabilité, simplemente, le puse un scoth encima. 

Resulta que, como las tiendas están cerradas -salvo que vendan comestibles- y que el home office o teletrabajo ha aumentado exponencialmente desde que comenzó la crisis, la gente ha comprado por internet más y más webcams. De preferencia, una que tenga buena resolución y que no se vea todo pixelado, borroso o lento.
Un breve vistazo a las tiendas on line, me premite comprobar que las cámaras tienen fecha de entrega para la segunda mitad del mes de mayo (estamos a 1° de abril). En otras palabras, si yo necesito una webcam ahora, porque estoy trabajando desde mi casa, o porque quiero jugar a los dados con mi abuelita, Amazon me la envía, en el mejor de los casos, a mediados de mayo o bien, no me da una fecha de entrega. Yo compro ahora una cámara y me la entregan en un mes o quién sabe cuándo.

Espero no morir esperando.

[1] Wiktionary describe una webcam como “A video camera whose output may be viewed in real time over a network, especially over the World Wide Web”

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