El aburrimiento de corona


Ayer, fuimos con un miembro de mi familia a comprar madera a la ferretería. Como les he explicado alguna vez, no se trata de ferreterías a la antigua, como las que los inmigrantes españoles abrieron en mi país cuando arribaron a él, huyendo de los rojos, de los franquistas o de la pobreza. Se trata de negocios tipo supermercado, estilo Homecenter.

A la salida, nos encontramos con uno de sus mejores amigos -su mejor amigo de la época del colegio y de un poco después- que estudia medicina, y con su mamá, que estudió agronomía. Él está de vacaciones obligadas en su casa, ya que no puede proseguir con sus estudios hasta el próximo mes. El integrante de mi familia conversó con él, mientras yo conversaba con su mamá, a la que apenas conozco, sólo la recuerdo de lar reuniones en la escuela básica, donde exponía con frecuencia sobre temas ecológicos.

Ambos andaban con mascarilla. Lo que se explica ya que el chico es casi-médico. Como ha sido un muy buen alumno de medicina y ha estado en una universidad muy buena, presumo que será un muy buen médico. Además, es muy simpático y sonriente[1], lo que es hoy necesario para ser un buen médico. A diferencia de lo que ocurría en Alemania en el pasado, donde empatía y buena onda eran casi un factor negativo en una carrera de medicina.

La mamá me contó que está super aburrida. Que corona es un sinónimo absoluto de aburrimiento es una verdad indiscutida. Y menos mal que nosotros en Alemania, podemos movernos libremente. Después de todo, la libertad de movimiento es un derecho fundamental, protegido por la constitución de 1949[2] y además garantizado por la Unión Europea… Claro que lo de la UE actualmente no funciona mucho.

Ella me contó que está super aburrida y que no podía trabajar, ya que su trabajo es presencial y, por tanto, no es compatible con el home offlce. En otras palabras, ella no puede trabajar desde la casa. Ayer creo que íbamos en el día 40 de shutdown. El próximo martes, me dijo, iba a trabajar por primera vez. Para empezar, sólo un día a la semana; pero ella espera que luego puedan ser más. Me dió la impresión de que para ella, como para muchas personas, la mascarilla es el precio de la libertad.
Con ello me refiero a lo que describí hace un par de días: “la máscara es una estrategia de exit, la única que hay. La única salida, el precio para volver a la normalidad. En otras palabras, nos ponemos la máscara y podemos volver a la vida que llevábamos o más bien, que teníamos antes de que empezara todo esto”[3].

Sí, hay gente que no idealiza la pandemia como un salto hacia un mundo mejor[4]. Sino que sufre con las medidas de restricción a las libertades individuales. Algunos las aceptan como una forma de luchar contra la propagación del virus, o más bien, todos las aceptamos como tales, lo que no significa que las amemos o que estemos muy felices con ellas. Por otra parte, hay que conservar siempre el espíritu crítico -tan propio del sistema democrático- para sopesar si una medida concreta de un gobierno, de una ciudad determinada o de un ministerio tiene sentido o es una arbitrariedad.

Otros las critican las medidas como innecesarias y/o exageradas. Ayer mismo, supe de una conocida mía que se fue ayer a Suecia donde tales medidas casi no existen. Donde el gobierno, sólo hace recomendaciones. Hay que decir que mi conocida es sueca, por lo tanto, creo que no le será difícil ni abandonar Alemania, ni pasar por quién sabe qué países para llegar a Suecia, donde la dejarán entrar sin problemas, cuando muestre su pasaporte sueco. Ella ha vivido toda su vida entre Alemania, Estados Unidos y Bruselas, donde trabajaba para la Unión Europea. Sinceramente, me gustaría mucho irme a Suecia. Al menos, por un tiempo.

[1] Su papá es extranjero, viene de una familia con muchos hermanos.
[2] Los países desarrollados no cambian su constitución todos los años. La estabilidad institucional garantiza el progreso y el desarollo.

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