La fiesta de corona y la doble moral

Fiesta de corona o corona-party se comenzó a llamar en Berlín y alrededores a reuniones de gente joven que celebraba despreocupadamente, por lo general, en lugares públicos, tales como la orilla de ríos o de lagos. Esta es una costumbre muy extendida en Alemania y los jóvenes la practicaban como todos los años al comienzo de la primavera. Sin pensar en el coronavirus.
La denominación corona-fiestas está inspirada en las llamadas fiestas de sarampión[1], en que padres llevan a niños sanos a reuniones con niños enfermos de sarampión para que se contagien y así logren la inmunidad frente a esta enfermedad. Generalmente, esto es practicado por grupos que rechazan la vacunación en general. Sin pensar en los riesgos que el sarampión lleva siempre consigo. 
Yo tengo una familia vecina, que es de esa gente que siempre está criticando a los demás. Esta semana, me encontré con la señora mientras botábamos la basura o buscábamos el correo o algo así. E intercambiamos dos o tres palabras sobre corona, el tema del momento. Ella se quejó amargamente acerca de la conducta irracional de las personas que no acataban las medidas adoptadas o recomendadas. La demás gente era responsable de todo lo que pasa.
Tengo que decir que a ella y a su familia, estas medidas no le cuestan mucho, ya que ellos viven según el modelo de la familia burgo, esto es, aquella familia que se parapeta detrás de las murallas de su burgo -de su casa- y no deja entrar a nadie… a nadie que no sea parte de la familia. Esto es, su modelo de familia es uno completamente cerrado.Indudablemente, es a esta gente a la que le cuesta menos vivir el aislamiento actual. 
Pues bien, el domingo por la mañana, me despertaron gritos de niños pequeños[2]. En realidad, me gustan los gritos de alegría y de juego de niños pequeños, creo que son nuestro futuro y me da mucha pena que en Alemania y otros países del primer mundo haya tan pocos niños. O que, si los hay, no jueguen afuera. Encuentro que debe ser espantoso para los niños estar siempre bajo la mirada de los adultos, como ocurre con tanta frecuencia. 
Los causantes del revuelo no eran mis vecinos -igualmente pequeños recluidos desde el comienzo de la epidemia- en su casa, con sus papás, que tienen la suerte de pertenecer al grupo de personas que pueden trabajar en home office. No, las causantes del griterío eran las nietas de la señora de la casa del otro lado. La misma mujer que esta semana había criticado tan duramente a “las personas irracionales que no cumplen las reglas”.

Claro: ella critica a los demás; pero ella misma tampoco cumple las reglas. No sólo estaban las nietas jugando en el jardín, siendo observadas por los adultos sentados a su alrededor, disfrutando del sol. Sino que había hasta un norteamericano, con el que hablaban inglés. Estaban los hijos, la nuera, las nietas, otros hijos y otras personas. Después de todo, era domingo de pascua. Hay que celebrar.

La pascua es sagrada en Alemania, no necesariamente como fiesta religiosa, sino como sacra festividad de conejos y de gallinas que ponen huevos de colores. Reminiscencia de las fiestas de la fertilidad de épocas arcaicas, del tipo tribu germana, celta o quién sabe de donde. Vikinga, tal vez. Después de todo, es el inicio de la primavera y con ella, de la fertilidad. 
Yo pensaba que -debido al coronavirus- las personas no debían visitar a sus familiares en estos días de vacaciones de semana santa. Que todos tenían que permanecer donde estaban, guardados en sus casas o hacer paseos en la naturalzea, al sol, deporte, para robustecer el sistema inmunológico. Creo que las autoridades políticas y sanitarias -y la canciller Merkel- pidieron no visitar a sus parientes en esta semana santa, menos que nadie a los abuelos y abuelas. 
Recordé lo que me había dicho mi amiga: “es la primera vez que, para la Semana santa, no vendrán sus hijos a la casa”[3], y eso que mi amiga es joven. Y lo que ella me contó de su mamá y de su suegra que, pese a todo, cumplirían las reglas.

Mi vecina no es anciana, ella y su marido se casaron muy temprano y por ello, ya tienen nietas. En principio, yo creo que ella, su marido, sus hijos y hasta sus amigos norteamericanos pueden hacer lo que quieran. Organizar reuniones familiares en su casa e invitar a todas las personas que les plazca. No creo que el estado, la sociedad, los otros vecinos, la policía, ni nadie tenga derecho a meterse dentro de las casas de los demás.

Pero lo que detesto es que ella critique a los demas, por “no seguir las reglas” y luego, quebrantarlas ella misma de forma absolutamente ostensible, abierta y a la vista de todos. Es un típico ejemplo de doble moral… 

[1] Masenparty, cuya relevancia es tan grande que incluso tiene un artículo en Wikipedia.
[2] Sí, despierto casi todas las mañanas escuchando algo distinto, como lo describí en ¡Devuélvanme mi vida!

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