Juguetes para regalar, aceptamos una donación a cambio


Estimados amigos y amigas: hace un par de días, les hablé del El niño que se convirtió en zombie Pues bien, el otro día, iba por esa misma calle y a lo lejos, observé a los dos niños que habían salido de la casa y estaban afuera, en la vereda. Pero ¿cómo -pensé- no se hallaban en estricta cuarentena? Voluntaria, o más bien, probablemente ordenada por sus papás.
A medida que me iba acercando, los iba reconociento. Sí, se trataba de los dos niños con los dibujos a favor de la cuarentena en la reja de la casa, más bien, en la reja del jardín. Estaban los dos en la calle y me miraban. Observaban -con expresión esperanzada- como me iba acercando. Probablemente, estaban locos por hablar con alguien, con cualquier persona, con cualquier ser humano. Así nos tiene el social distancing...
Habían puesto una mesa al lado de la reja de su casa, miré hacia adentro el jardín y no vi a los papás. Qué raro, pensé, siempre que paso por aquí, veo a los papás y hoy no. Encima de la mesa, había un mantel y sobre el mantel y a los dos lados de la mesa, había muchos juguetes y cachibaches de todo tipo. Todo presidido por un letrero que decía: “juguetes para regalar, aceptamos una donación a cambio”.
Me hablaron inmediatamente, tímidos no son. En realidad, se ve que son niños simpáticos. Son una niña y un niño en edad de colegio primario. Se ven limpios y bien vestidos. No es exactamente mi gusto, pero no todos tenemos el mismo gusto. De gustibus non est disputandum.
Me preguntaron si quería algo. Miré los juguetes, pero más por educación que por real interés. Eran de esos juguetes más o menos caros; pero con mucho, con demasiado plástico y de demasiados colores para el gusto alemán. Les dije que les iba a avisar a los niños vecinos míos porque yo no necesitaba nada en este momento. El niñito me ofreció una pulsera de juguete, dijo que yo podría usarla.
A mi regreso, seguían esperando. Los saludé amablemente y miré -con un poco de envidia, tengo que reconocerlo- la inmensa piscina que había en el jardín de su departamento. Como señalé en mi artículo anterior, se trata de un departamento en el primer piso y por tanto, con jardín.
Me imagino que los papás cedieron a los ruegos de los dos niños y les ofrecieron comprar la piscina con la condición de que ellos regalaran algunos de los muchos juguetes que estaban desparramados en el jardín y probablemente, también dentro del departamento. Sin duda, una buena decisión.

Comentarios